Década de los setenta, años de barbarie en América Latina. Y del recuerdo al relato. «...Aporte al rescate de la memoria colectiva...que respira escondida bajo la amnesia obligatoria», al decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano al comentar la obra.
Más de 60 ex-detenidos participaron directa y activamente en el proceso de recopilación y redacción. Más de 150 acompañaron de una u otra forma este trabajo horizontal.
Para los autores el libro no fue más que un enorme y maravilloso pretexto de reencuentro con su historia. Un sinceramiento pendiente e imprescindible. Un grito desgarrado por un «¡Coronda nunca más!».
Un «¡Coronda, nunca más!» compartido también por Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la paz y autor del prólogo, para quien este libro colectivo significa un aporte a la «...reconstrucción de la memoria. La memoria no es para quedarse en el pasado, nos debe iluminar el presente, porque es a través del presente que podemos generar el futuro» enfatiza.
La prisión de máxima seguridad de Coronda, cuya dirección fue asumida por Gendarmería Nacional -dependiente del ejército- fue concebida luego del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 como un verdadero laboratorio experimental ...Se aplicó en ella uno de los más sistemáticos planes de destrucción física y psicológica con el claro objetivo de quebrar ideológicamente a los presos que pasamos por sus celdas
Un entramado sistema de controles por cada ala de pabellón, utilizando para ellos pequeños espejitos (los «periscopios») que se colaban por debajo de la puerta y que permitía observar por esas ranuras, los movimientos de los guardias. Un sistema no menos dinámico de golpecitos en las paredes indicaba cuando el terreno estaba despejado o cuando los carceleros acechaban.
Los «periscopios», principales aliados, se convirtieron con el tiempo en el símbolo de la protección colectiva; en pararrayo defensivo que separaba lo auto-permitido de lo prohibido, que abría el camino para el sancionado intercambio con los otros compañeros presos.
Texto de contratapa
"Como se ve, no fuimos héroes. Ninguno de nosotros lo fue. Simplemente fuimos seres humanos comunes y corrientes, puestos sistemáticamente en situaciones límites, que las enfrentamos y salimos de ellas más o menos airosamente, pero pagando algún costo, mayor o menor.
Nuestra mejor recompensa sería saber que aportamos un grano de arena en la prolongada tarea de reconstrucción de la memoria: transmitir un mensaje que desde hace 20 años nos debemos a nosotros mismos, a los que hoy no están, a nuestras familias y a la conciencia colectiva de nuestro pueblo"
sábado, 27 de junio de 2009
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